Sinopsis

En 1939, en la playa de Argéles-sur-mer se agolpaban cerca de 100.000 personas. La cámara de Chiki Weisz, el ayudante de Robert Capa y responsable de guardar los negativos en la famosa “maleta mexicana”, se fijó en un hombre que escribía apoyado sobre unos hierros.

Sin saberlo estaba filmando a un pintor nacido en Pamplona en 1905, que pocos años antes se había casado con Remedios Varo, la pintora surrealista, a la que Weisz conocería en París. Aquellas imágenes, que aún se conservan, llegaron a las salas de cine francesas en forma de noticieros de la época.

Eran apenas tres segundos los que la cámara se detuvo en Lizarraga pero, casi milagrosamente, Remedios Varo pudo ver las imágenes en un cine de París, reconocer a Gerardo Lizarraga y ayudarle.

En 1943 Gerardo Lizarraga se convierte en uno de los pasajeros de uno de los últimos barcos con destino a México, el Nyassa. Atrás se queda todo su universo creativo y el trabajo realizado hasta entonces, como la película en la que participó en Barcelona en 1938, Don Do Re Mi Fa Sol La Si Do de José Fogués. Se trataba del único musical rodado durante la guerra civil española, una película surrealista y actualmente desaparecida. Atrás queda también su proyecto de dirigir La Torre de los siete jorobados que, años más tarde, realizará Edgar Neville.

En 1946, Chiki Weisz se casa con Leonora Carrington, la mejor amiga de Remedios, en México. Para entonces la vida de todos ellos, y de cientos de artistas más, había cambiado completamente. Gerardo fue el testigo de aquella boda y su imagen aparece apoyada sobre el hombro de aquél reportero que, en una ya lejana playa de Francia, se había fijado en él y lo había sacado del anonimato entre aquella masa humana que había perdido una guerra.

Gerardo Lizarraga pintó incansablemente durante su estancia en los campos de refugiados. Cuarenta años después, cuando ya no podía pintar, recuperó aquellos dibujos y fue escribiendo las impresiones que recordaba de aquel tiempo. Pictóricamente fue su única etapa surrealista. Los pensamientos que plasmó sobre el papel evocan el hambre, la angustia y la necesidad de evasión de cuanto le rodeaba.

En 1957 el director Henry King iba a devolver a Gerardo Lizarraga a Europa. Aunque fuera en la ficción, a través de una de sus películas, The Sun also Rises (“Fiesta”), basada en un relato de Ernest Hemingway. La acción transcurría en París y en Pamplona durante las fiestas de San Fermín. Gerardo Lizarraga conocía bien ambas ciudades, en una había vivido sus mejores años, en la otra había nacido. El equipo de producción le contrató para ambientarlas en México, en la ciudad de Morelia.

Allí, en aquellos decorados, Gerardo Lizarraga cogió un pincel y una paleta e interpretó al pintor que nunca dejó de ser. A su alrededor Ava Gardner se movía por un café de París y se preparaba para conocer aquellos sanfermines inmortalizados por Hemingway. Gerardo Lizarraga volvía a permanecer ajeno a la multitud que le rodeaba, como años atrás había hecho en Argéles, aferrado solamente a su ansia de pintar.